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El tiempo indeciso, confunde a las primeras semanas de la primavera, después del mediodía, el sol prevalece suavemente con su cálido brillo y trae el alivio de saber que el invierno ya ha pasado. Cruzando el puente sobre el rio, se puede ver en la distancia una ligera niebla casi etérea cubriendo los matorrales de caña y sobre ese conjunto vegetal, encaprichado en vivir cerca del agua, reposa la luz del fin de la tarde, pintando el paisaje con el color amarillo verdoso de los melones. En su suave movimiento el agua brilla como un manto bordado de sedas. De repente la soledad de la carretera se interrumpe por un grupo de jóvenes ciclistas que con sus trajes fluorescentes y a considerable velocidad recuerdan a una bandada de pájaros, desapareciendo tan pronto como se habían presentado.
Andando hacia la cafetería del horno se escucha al pasar la conversación de dos hombres mayores hablando del tiempo, quienes sentados en sus sillas frente al umbral de una casa, parecen disfrutar de las últimas horas de la tarde y del paso de cualquier transeúnte para entonces interrumpir su discurso y seguir el trayecto del ocasional caminante con sus inquisitivas miradas. Las campanas de la iglesia suenan como a cada hora y dos señoras bien arregladas pasan muy cerca dejando en el aire la fragancia floral de un perfume caro.
Al llegar, los escalones de piedra de la entrada armonizan con la madera lustrosa de la puerta del establecimiento. Solo un paso hacia adentro al pasar la puerta es suficiente para que los sentidos sean seducidos: el aire templado del local huele a chocolate bueno y desde el interior emergen aromas de pasteles y bollería. Es entonces cuando la mente comienza el proceso de predisposición: el saborear con la imaginación, detectando matices y olores que de otro modo no sería posible distinguir. Una señora viene a tomar el pedido y es en ese preciso instante cuando se consuma la culpa: la idea original de pasar a por un café se transforma con decisión. El previo café pasa a ser un chocolate caliente, oscuro y espeso. Tras el cristal de la nevera exhibidora, varios tipos de pastelería de diversos colores y formas esperan indiferentes el arribo de sus compradores, sobre esta, varios huevos de chocolate de diversos tamaños descansan junto a conejos, liebres y gallinas creadas con el mismo elemento y las manos hábiles de algún maestro chocolatero. Al costado, una bandeja grande y ancha contiene la compañía ideal de la solicitada bebida caliente: las monas valencianas, y siendo días previos a la Pascua, se hace imposible evadir la oportunidad de comenzar así la Santa Semana.
Pocos minutos después, llega a la mesa la tan ansiada dádiva. Junto a las tazas humeantes de cremoso chocolate, preside, en una bandeja plateada, la mona, oscuramente dorada, con su morena piel de lustre caramelo y coronada de huevo. En toda su enorme presencia, este bollo de apariencia simple e ingredientes sencillos nos da entrega de una profusión de sensaciones, fragancias y sabores antiguos y frescos. Nos habla de otros tiempos, de tradición regional, de las manos de su gente, de la simplicidad de sus pueblos y de la riqueza de sus costumbres. Religioso, medieval y de regia estirpe.
Un primer mordisco cuidadoso pero decidido penetra sobre su aérea suavidad, una miga hecha de burbujas de aire atrapadas por la magia de la harina y el fermento, ligera como una nube de vapor azucarado. En la boca, el encuentro con el placer es inmediato, su dulce costra caramelizada, cubierta de gránulos de azúcar que estallan contra el paladar completando esa mezcla de armónicos sabores unidos para evocar días de fiesta y consumar momentos de celebración.
La brisa del atardecer juega con las cortinas de la ventana entreabierta y el último rayo de sol reverberó por unos segundos sobre el borde de la bandeja vacía. Sobre la mesa solo quedan minúsculas migas y dos tazas blancas con trazos de chocolate.
La gastronomía siempre sigue evolucionando; pero siempre llega el momento en el que la nostalgia de las cosas buenas disfrutadas supera a la curiosidad por cosas nuevas por venir. Alimentarse es cosa del cuerpo, pero comer es para el alma.
Durante el siglo XIX, se extendió desde Europa central, principalmente Alemania, parte de Francia y norte de Italia la moda de realizar huevos de chocolate y poner dentro algún regalo y pronto se popularizó también entre los cristianos rusos, que comenzaron a hacerlo en el periodo de Pascua. Anterior a la introducción de esta costumbre se utilizaban huevos duros decorados.
La mona de pascua que es prácticamente lo mismo que el panquemado es típica en toda la Comunidad Valenciana. Pan dulce propio de toda la semana santa pero específicamente del lunes de Pascua, junto a la costumbre de hacer una salida al campo para comerlo en familia, por lo que se conoce como “Día de la Mona”.
La localidad de Alberic tiene en su poder un pergamino en el que en 1905 el horno de Ramón González Torres adquiere el título de “Proveedor de la Casa Real de S.M. el Rey D. Alfonso Xlll”. El “caramull”, la clara de huevo batida antes de cocer, con la que se corona la mona en lugar del huevo, es lo que le da las características propias al panquemado de Alberic.
Ingredientes (para 2 monas)
Pre-fermento (Preparar unas 8 horas antes)
Diluir 10g. de levadura fresca con 60ml de agua a temperatura ambiente o apenas templada. Unirle 100g de harina de fuerza y formar una pasta. Dejar reposar cubierta durante una noche o unas 8 horas.
Harina
400g.
Levadura
20g.
Huevos
3
Azúcar
150g.
Aceite de oliva extra virgin PROMESA
80ml
Sal
1 pizca
Leche
Entre 80ml a 100ml
Ralladura de naranja
1 (naranja)
Se puede utilizar también ralladura de limón
Agua de azahar
1 cucharada
(Opcional)
Para la decoración
1 huevo batido para pincelar las monas, 2 huevos duros y azúcar (puede ser azúcar blanco común, azúcar granulado o perlado o granas de colores).
NOTAS:
– La harina de fuerza es la que contiene mayor porcentaje de proteína normalmente por encima del 10%, ayudando asi al desarrollo del gluten y logrando una buena estructura.
– Es mejor procurar tener los huevos a temperatura ambiente al menos por media hora. Si esto no fuera posible pueden pueden entibiarse rapidamente por 5 minutos en un recipiente con agua apenas caliente casi tibia.
– La cantidad de leche indica 80 a 100ml, esto depende de la cantidad que necesite la masa, el clima del dia, la humedad y el tipo de harina. Es mejor poner 80ml y si fuera necesario agregar un poco mas durante el amasado. Puede sustituirse por otro tipo de leche o simplemente con agua.
– Si se utiliza levadura seca en lugar de fresca se necesitaran 3g. para el pre-fermento y 7g. para la masa. Siempre debemos multiplicar aproximadamente por 3 cuando convertimos de seca a fresca y dividir por 3 al convertir de fresca a seca.
Por ejemplo: 5g. de levadura seca en polvo = 15g. de levadura fresca de panadería
21g. de levadura fresca= 7g. de levadura seca
– Si se desea se puede reemplazar el huevo duro por claras batidas a nieve con un poco de azúcar
– Otra tecnica de leudado utilizada es el leudado en frío: Una vez formada la masa, se leuda a temperatura ambiente (siempre cubierto) hasta duplicar. Luego se pasa a la nevera por 2 horas. Una vez hecho este proceso, se aplastan un poco para quitarles el gas, se les da la forma final y se vuelven a poner en frío por unas 12 horas. Luego se dejan a temperatura ambiente por unas 2-3 horas (no más) y se llevan al horno. Este sistema es ideal para prepararlas con antelación.
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